
Adquirido y traducido al español por: Lic. Luis Fernando Romero Torrejon ANALISTA ECONÓMICO
Fuentes: Revista The Economist
El país se está quedando sin dinero. Debería servir de advertencia a
América Latina.
Durante varias semanas se vienen dando escenas extraordinarias en
Bolivia. Como informamos, el mes pasado el banco central comenzó a
vender dólares directamente al público luego de que pareciera que las
casas de cambio se habían quedado sin billetes verdes. Las colas para
comprarlos se extendían por las calles de La Paz, la capital. El banco
central ha dejado de publicar datos sobre sus reservas de moneda
extranjera, lo que sugiere que le queda peligrosamente poco efectivo. El
precio de los bonos del gobierno se ha derrumbado a medida que los
inversores huyen: un bono con vencimiento en 2028 ahora se cotiza a
solo 48 centavos por dólar.
La pesadilla de Bolivia refleja varios problemas a corto plazo, como un
aumento en las tasas de interés en todo el mundo y mayores precios de
los combustibles debido a la guerra en Ucrania. Estos han encarecido el
endeudamiento y aumentado el costo de las importaciones. Pero la
verdadera causa de su predicamento es un modelo económico
imprudente que ha existido desde que los populistas de izquierda
tomaron el control hace casi dos décadas. Cuando Evo Morales, un ex
cultivador de coca, juró como presidente en 2006, declaró el fin de “la era
colonial y neoliberal” y colgó detrás de su escritorio un retrato del Che
Guevara, un violento revolucionario marxista, hecho con hojas de coca.
Hoy, el costo total del populismo económico se está volviendo claro, al
igual que tres lecciones para los muchos otros países latinoamericanos
tentados por él.
La primera lección es antigua: no cuente con los auges de las materias
primas. Morales ganó el premio gordo cuando asumió el cargo, ya que los
precios del gas natural se dispararon, proporcionando una ganancia
inesperada para el país, que produce el 0,4% del gas mundial incluso
hoy. Las exportaciones aumentaron. Bolivia fue capaz de acumular las
mayores reservas de divisas de su historia: pasaron del equivalente al
12% del PIB en 2003 al 52% en 2012. Morales y Luis Arce, quien ahora
es presidente, pero fue ministro de Hacienda, utilizaron la procede a
gastar despilfarradoramente, incluso en subsidios al combustible, que
valieron casi el 4% del PIB en 2022. Desafortunadamente, los precios y
la producción del gas han estado cayendo y el flujo de efectivo se está
agotando.

La segunda lección es tener cuidado con los tipos de cambio fijos. En
2008 se introdujo un tipo de cambio fijo, que desde 2011 se fija en 6,96
bolivianos por dólar. Por un tiempo esto mantuvo baja la inflación y
proporcionó un ancla para una economía con un historial de
turbulencias. Pero con el tiempo, la vinculación ha demostrado ser
exorbitantemente costosa. En lugar de proporcionar estabilidad, ha
reprimido los problemas.
Finalmente, la hostilidad hacia el capital privado eventualmente regresa
para morderte. Bolivia emprendió una ola de nacionalizaciones que
incluyó los campos de gas y la red eléctrica. Su gobierno ha tratado a los
negocios con desprecio. Como era de esperar, la inversión se ha
marchitado. El flujo de inversión a largo plazo de las empresas
multinacionales se ha reducido desde un máximo del 12% del PIB en
1999 a un promedio de sólo el 0,1% en los últimos cinco años. Es
probable que la inversión total sea solo del 14% del PIB este año, la tasa
más baja de América del Sur. No hay grandes empresas cotizadas.
La charla del Sr. Arce sobre la atracción de empresarios es demasiado
escasa y demasiado tardía. Solo le quedan malas opciones. Su gobierno
podría imponer austeridad, tratar de pedir prestado aún más de los
prestamistas multilaterales, incumplir o vender algunos de sus amplios
depósitos de litio a China, cuyas empresas respaldadas por el gobierno
están relajadas sobre los derechos de propiedad escamosos, pero exigirán
precios de liquidación.
Pocos otros países latinoamericanos tienen tipos de cambio fijos. Pero
muchos dependen de mercancías de un tipo u otro. Y la región está
experimentando una nueva “marea rosa”, con gobiernos de tendencia
izquierdista en el poder, la mayoría de los cuales están debatiendo hasta
qué punto dar rienda suelta a su instinto de fuerte intervención estatal.
El mensaje de Bolivia, un país que literalmente se está quedando sin
dinero, es que hay límites.
Este artículo apareció en la sección Líderes de la edición impresa
con el título “Al borde”.
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